Romper el pacto de silencio

Vi el documental Quiet on set que habla sobre los abusos laborales y sexuales de las niñas y niños que trabajaron en el canal infantil Nikelodeon. Muchas de las acusaciones son hacia el creador y productor de programas muy populares en los primeros dos miles, Dan Schneider. Los protagonistas de sus series, ahora adultos, re visitan el contenido, visto actualmente con mucha crítica, y señalando el contenido misógino, sexual y racista de estos programas que, según, eran para las infancias.

Hace ya varios años pensé en la importancia de dar herramientas a la audiencia para consumir productos audiovisuales, sobre todo a niñas, niños y jóvenes. Incluso, diseñé un taller para ello, no con el objetivo de aleccionar a niñas y jóvenes. No es mi postura decirle a nadie qué ver o decirles qué es bueno o malo. Lo que buscaba con ese taller era darles herramientas de análisis y reflexión sobre lo que consumimos como espectadoras; incentivar a una audiencia crítica a que exija contenidos de calidad, quizá no educativos, la televisión y ahora YouTube y TikTok no están hechos para educar, pero estoy harta de que se produzcan series, películas, podcast, videos, reels, tiktoks que le falten el respeto a nuestra inteligencia. El taller nunca pudo ver la luz.

Ahora que vi el documental me sentí asqueada. No sólo por las referencias sexuales que tales programas transmitieron, muchas hasta denigrantes y de maltrato infantil. También, me sentí asqueada cuando las personas del staff (guionistas, camarógrafos, vestuaristas) relataban el terrorismo psicológicos y emocional que vivieron en los sets por Dan Schneider.

Actualmente, Schneider no trabaja más en Nikelodeon, pero sigue accediendo a plataformas para hacer réplica de las acusaciones en su contra. Más aún, sus programas se siguen emitiendo en plataformas de streaming.

Tuve una reacción corporal cuando en los testimonios contaban que Schneider pedía a mujeres del equipo de producción que le hicieran un masaje. Recordé una experiencia similar cuando tenía 21 años, en mi primera experiencia laboral. Una conducta que el día de hoy repudiaríamos y una petición que, si se me hiciera el día de hoy, rechazaría de forma inmediata y tajantemente y tendría consecuencias; sin embargo, actualmente sigo sin poder relatar o denunciar abiertamente aquella experiencia.

Sentí mucho coraje y asco. me he sentido muy enojada el último año. Me confrontan demasiado las acciones jerárquicas de los espacios profesionales y laborales. Recordar aquel pasaje en mi vida me llevo, irremediablemente, a repasar mi historia laboral y recordar miles de comportamientos reprobables de la mayoría de los jefes que he tenido.

He visto cómo personas, en su mayoría hombres, en el uso del poder que les confiere su posición han maltratado y humillado a excolegas. Gran parte de ellos evidenció que detrás de esas violencias y maltratos estaba su incompetencia, falta de liderazgo, nepotismo, privilegio e ignorancia.

Una periodista, entrevistada para el documental, mencionó que seguramente fue un duro golpe para Dan Schneider salir de la televisión infantil y volverse irrelevante, quedarse sin poder. En realidad, ese tipo de personas sólo temen perder el poder y la autoridad, sin eso, son diminutos, sin su «reconocimiento» y su supuesto «prestigio» o «nombre» que dicen cuidad y que tal vez una buena forma de cuidarla sería no ser una terrible persona.

Deseo, con todas mis fuerzas, que cada jefe abusivo que he tenido deje de dormir tranquilo por las noches, que teman perder su poder y «reputación». Espero que sepan que tarde o temprano las personas que maltrataron dejaran de tener miedo y vergüenza. Un día podremos romper el silencio y sacar de esa comodidad asquerosa que les ha dado la impunidad.

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